Guillermo nació con todos los dones para ser un gran comerciante. Antes de cumplir dieciocho años, trabajó en labores agrícolas, lavando autobuses y cobrando como “chinguero” cuando había que ir cobrando de asiento en asiento, con las monedas sonando en una mano y una habilidad de equilibrista. Lo sé porque yo también lo hice algunas veces. Más adelante, Guillermo trabajó como ayudante en talleres de mecánica, en labores agrícolas y en talleres de rectificación y pintura. Un simple operario. También trabajó durante un buen tiempo como peón de un topógrafo, abriendo camino entre fincas para levantar planos catastrales.
Pero Guillermo tenía sueños de grandeza.